Argimiro Rojo Salgado:
| La exigencia de participación regional en la Unión Europea. De la regionalización estatal a la regionalización comunitaria. |
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1996.
por Dr. José Luis de Castro Ruano
Traemos a estas páginas otro trabajo sobre las Regiones y Europa, tema que, desde hace ya unos años, viene siendo tratado profusamente por la doctrina, tanto en nuestro país como fuera de él, y tema que, desde una óptica un poco diferente, ha sido tratado también con anterioridad por el propio profesor Argimiro Rojo (Vid. La regionalización del Estado en la Europa Comunitaria, Santiago, Fundación Galicia-Europa, 1991; El significado y las posibilidades de la autonomía y de la regionalización política, La Coruña, De. O Castro, 1992). Como él mismo indica en el prólogo a la obra que comentamos, ésta sería una especie de continuación de la publicada en 1991, puesto que si aquella pretendía analizar la emergencia de la Región en el ámbito estatal; ahora se trata de poner de manifiesto la participación regional en el ámbito comunitario europeo, como un segundo momento, continuación lógica, de la vigorización y afirmación política de las Regiones. Efectivamente, "la Unión Europea ha iniciado ya su propio proceso de regionalización, entendiendo por ello la progresiva articulación de la Región en el ámbito institucional, competencial y participativo de la Comunidad, avanzando así hacia la plena competencia europea de las Regiones" (pág. 17).
Este libro se estructura en torno a tres grandes apartados que se desarrollan en los tres capítulos principales que lo componen.
En primer lugar, se trata de clarificar conceptos, o mejor, de conceptualizar el fundamento del hecho mismo sujeto de análisis, cual es la Regionalización. No sólo trata de definir la "Región", labor siempre compleja; sino que realiza además una síntesis de las motivaciones que han hecho de la Regionalización un fenómeno de cada vez más generalizado. El autor singulariza cuatro circunstancias, de diferente naturaleza, como desencadenantes del proceso regionalizador:
a). la búsqueda de la propia identidad: regionalización como la otra cara o contrapartida de la globalización. "El hombre tiene necesidad de reencontrar sus raíces para, luego, poder aceptar el ensanchamiento de su destino. Se quiere ser, a la vez, enraizado y cosmopolita (...). El hombre no quiere ser víctima de la homogeneización" (pág. 40);
b). la humanización de la política: Región como ámbito de participación cívica, y medio de acercar el poder político a las necesidades del ciudadano;
c). La Teoría de la sobrecarga que afirma que el creciente intervencionismo del Estado asistencial provoca una sobre carga de demandas que el sistema estatal no está en condiciones de satisfacer adecuadamente. En estas circunstancias, la regionalización aparece como una alternativa a la hipertrofia del poder central;
d). regionalización como consecuencia de un necesario desarrollo económico armónimo e instrumento para la eliminación de los desequilibrios interterritoriales. Por su capacidad movilizadora del potencial endógeno, la Región constituye por sí misma un factor de desarrollo, o dicho de otra forma "el desarrollo es necesariamente regional" (pág. 55).
Sólo con el ánimo de enriquecer el debate y suscitar, a quien lea esta breve reseña bibliográfica, el interés para que acceda al libro del profesor Rojo, trabajo mucho más reflexivo y matizado que lo que se pueda derivar de estas líneas, voy a permitirme ir realizando algunas críticas a algunos aspectos contemplados en la obra, siempre desde mi modesto entender y con la motivación indicada anteriormente.
En este sentido, he de decir que no parece del todo acertado, además, teniendo en cuenta la exposición de las causas de la Regionalización que realiza el propio autor, la identificación que realiza en algunos apartados del libro entre nacionalismo y regionalismo (págs. 58, 70, etc.). Antes bien, el regionalismo, sobre todo el regionalismo moderno, incluye el fenómeno nacionalista; pero no lo supone necesariamente. El regionalismo, como el mismo autor señala, responde a motivaciones diversas, entre las cuales el nacionalismo es una de ellas, pero no la única (idea que hemos desarrollado en otro lugar, vid. DE CASTRO RUANO, José Luis, La emergente participación política de las regionales en el proceso de construcción europea. Oñati, Instituto Vasco de Administración Pública, 1994, págs. 36 y ss.).
En este primer capítulo, se incluyen también las respuestas dadas a la regionalización, tanto en el ámbito europeo como en el estatal.
Sin pretender un recorrido completo por la regionalización comparada en la Unión Europea -que no realiza-, más importancia tiene la síntesis valorativa que realiza el autor sobre esta regionalización comparada. No sólo es que la regionalización hoy sea la norma y no la excepción en los Estados de la Unión Europea; sino que, como acertadamente indica, esta regionalización se encuentra en buena medida consolidada por la creación y consolidación también de las élites regionales. "Los entes regionales han echado ya sus propias raíces en el marco de la propia sociedad regional, en cuyo seno ha ido creciendo y consolidándose una nueva clase política y una élite local cada vez más influyente y dinámica. Son las Regiones las que activan y generan específicos intereses y reacciones, mostrándose como grandes catalizadores de iniciativas locales y aglutinando en torno a sí mismas a las fuerzas políticas, económicas, sociales y culturales de su propio ámbito, a las que imprimen un nuevo impulso dinamizador" (pág. 78).
En el segundo capítulo, el autor se centra en las distintas modalidades de participación regional en la elaboración de la política comunitaria jurídicamente institucionalizadas en el interior de algunos Estados de la Unión Europea. Para su descripción utiliza la forma clásica que sigue la práctica totalidad de la doctrina jurídica en este tema: análisis de la fase ascendente o de participación regional en la elaboración de la posición estatal ante las instituciones comunitarias, y análisis de la fase descendente o de ejecución interna de la normativa comunitaria.
Se echa en falta en este apartado no haber extendido el análisis compativo a algún otro país de la Unión Europea, caracterizado por una fuerte regionalización, como es el estado federal austriaco; así como no haber analizado el caso belga en el apartado de ejecución o fase descendente.
No obstante, hay que destacar singularmente en este ámbito, el completo análisis que realiza del caso español en todo su complejidad, derivado tanto del texto constitucional como de la lectura que realiza de cada uno de los Estatutos de Autonomía. Con el profesor Argimiro Rojo, entendemos que la ejecución interna de la normativa comunitaria corresponde a las Comunidades Autónomas, incluso en aquellos casos en los que los respectivos Estatutos carecen de alguna claúsula en este sentido. Y ello, por cuanto que "el título competencial no proviene de la existencia de dicha cláusula, sino de la asunción por parte de la Comunidad Autónoma de la materia en cuestión. La ejecución se convierte, así, en una obligación constitucional, consecuencia, a su vez, de un compromiso estatal sobre una materia asumida como competencia por las Comunidades Autónomas. En este sentido los preceptos estatutarios sobre ejecución de Tratados pueden resultar un tanto superfluos" (pág. 140).
A nuestro entender, algo de razón tiene también el autor, cuando se detiene en el deficiente funcionamiento, y la posición subordinada que hasta la fecha padecen las Comunidades Autónomas, en lo que se refiere a las Conferencias Sectoriales, y en concreto a la Conferencia para asuntos Comunitarios, creadas para articular la posición de las Comunidades Autónomas en asuntos comunitarios.
Concluye el capítulo señalando otras formas de participación regional en la Unión Europea, concretamente el pionero -y ya desaparecido- Consejo Consultivo de Entes Locales y Regionales, el Comité de las Regiones, así como las Delegaciones regionales en Bruselas.
El tercer y último capítulo se refiere a una serie de propuestas alternativas que, en un plazo determinado -nunca a corto plazo-, podrían desembocar en la verdadera regionalización de la Unión Europea, o en término recogido por el autor, "La competencia europea de las Regiones".
La primera de estas propuestas alternativa al modelo actual de participación regional en la Unión Europea, es la que proporciona el Consejo de Europa, y en concreto, la Conferencia de Poderes Locales y Regionales de Europa. Desgraciadamente, el autor no ha podido incluir en el texto definitivo publicado objeto de esta reseña, las modificaciones operadas en este órgano en 1994. Efectivamente, con posterioridad a esta fecha, la citada Conferencia a la que se refiere el autor en el libro, ha desaparecido dando lugar al Congreso de Poderes Locales y Regionales de Europa, de rango más elevado y estructurado en torno a dos Cámaras diferenciadas: la Cámara de Poderes Locales y la Cámara de las Regiones. Se da respuesta así, a una de las más ambicionadas demandas del movimiento regionalista, cual es la representación independiente y diferenciada del nivel municipal.
Tras analizar la segunda alternativa recogida en el trabajo, la que proporciona la Asamblea de las Regionales de Europa, el profesor Rojo se detiene en el Federalismo Etnico. Propuesta alternativa radical de configuración de Europa en torno a nuevas entidades componentes diferentes a los actuales Estado-Nación, definidas e identificadas principalmente por el elemento etno-cultural y lingüístico, cuyo principal defensor es el profesor Guy Haraud.
Aunque tampoco sea éste un planteamiento novedoso o desconocido en la doctrina española, a mi entender, es lo más interesante del libro del profesor Rojo, y esto, tanto por la claridad expositiva de la que hace gala, así como por el planteamiento diáfano y decidido que desarrolla sobre algunos extremos altamente controvertidos.
El autor señala la evolución que ha experimentado el Viejo Continente. La primera Europa existió en la Edad Media, caracterizada por una unidad feudal y cristiana que durará hasta el Renacimiento. Entonces nacerá la segunda Europa de la Edad Moderna, caracterizada por la división y el nacimiento de los Estados, en el sentido moderno del término - el Estado-Nación -. Víctima de sus propios excesos y errores, esta segunda Europa caracterizada fundamentalmente por la profusión de tensiones y guerras, siente hoy día la imperiosa necesidad de unirse. La tercera Europa, aún por surgir, sería la Europa de los Pueblos, o la Europa de las Regiones, o de Regiones-Estado. "Un proyecto que, en cierto modo, empieza ya a realizarse" (Pág. 223), y libros como el que ahora presentamos, no son sino una muestra de ello.
Hay que destacar la valentía del autor al presentar lúcida y atrevidamente la cuestión del fin del Estado-Nación. Para el profesor Rojo, construir la Unión Europea sobre la base de los actuales Estados-Naciones sería un grave error, ya que éstos son, en la mayor parte de los casos, creaciones artificiales, mantenidas y legitimadas a lo largo de los siglos, también artificialmente. En palabras que toma de Denis de Rougemont, "Si se quiere hacer Europa, previamente es necesario disolver el marco estatal-nacional, dejando atrás definitivamente este modelo caducado" (pág. 228).
Para el autor, no es que el Estado en abstracto tenga que ser suprimido; sino que tiene que experimentar profundas transformaciones, y sobre todo, renunciar a su concepción casi sagrada de la soberanía, que deberá ser compartida tanto con otras instrancia supraestatales como infraestatales. "El Estado, desde un punto de vista general, y entendido como fenómeno humano de organización, actuación y relación, como marco institucional que ha acabado prevaleciendo para la organización de las sociedades políticas, no se cuestiona. Sí se cuestiona la plasmación concreta de esa idea de estado en una fase determinada de su evolución y en un área geográfica determinada. Es el Estado-Nación el que debe desaparecer (...) (pág. 229). Como vemos, el planteamiento y la opción del autor no pude expresarse con más contundencia.
Según este planteamiento, los Estados-Nación habrán de dividirse en unidades políticas más pequeñas, más manejables, lo que llamaremos Regiones. Cada una de estas Regiones se convertirá en una célula constituyente de la Federación Europea (pág. 233).
Posteriormente Argimiro Rojo se detiene, por su concreción y "dado el interés del planteamiento" en la propuesta de Guy Heraud, consistente en un modelo de integración europea basada en el federación de Etnias y de Regiones (págs. 237 y ss.). Este modelo presenta una Federación europea en base a tres niveles, el nivel federal europeo o nivel 1, el nivel nacional o nivel 2, y el nivel regional o nivel 3. Los niveles 1 y 3 dispondrían de competencias generales de orden político, económico, ordenación del teritorio, defensa, moneda, etc. El nivel 2 dispondría únicamente de competencias en materias culturales, educativas y "personalizables" (política sanitaria, asistencia social, investigación científica, radio, televisión, etc.) según expresión acuñada en el Estado belga, que, en opinión del profesor Heraud, sigue un modelo aproximado al que él propone para la Europa unida.
Aunque sin duda controvertidas, y para muchos utópicas, propuestas como las referidas tienen el interés de abril nuevos caminos y desarrollar reflexiones sobre un proceso ya en marcha, pero todavía abierto. Proceso que, aunque en algunos extremos sí pueda recoger algunos de estos planteamiento, no debemos olvidar que se trata de "una alternativa radical por sus planteamiento, con unas perspectivas de realización a largo plazo y, en consecuencia, sin la posibilidad de ofrecer una respuesta puntual a la problemática que hoy plantea la participación regional en el marco comunitaria europeo" (pág. 254). En cualquier caso, como concluye el autor, esta supuesta lejanía respecto a la plasmación del proyecto, "no resta interés ni valor científico a esta alternaciva y propuesta de una Europa Regional Federada" (pág. 255).
Dr. José Luis de Castro Ruano
Profesor de Relaciones Internacionales.Universidad del País Vasco