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José María Sauca Cano :
La ciencia de la asociación de Tocqueville. Presupuestos metodológicos para una teoría liberal de la vertebración social (Prólogo de Eusebio Fernández)

Premio Nicolás Pérez Serrano Convocatoria 1994-95 para Tesis Doctorales
Colección: El Derecho y la Justicia, 1995, 671 pp..

por Julián Sauquillo

  Con frecuencia reconstruímos los orígenes de nuestras instituciones jurídicas y políticas con débil apreciación de la rotunda novedad con que surge la democracia moderna. La teoría política puede analizar la formación del poder político moderno a través de un hilo argumentativo que recorre a Hobbes, Locke y los levellers (Macpherson, La teoría política del individualismo posesivo), o indagar las claves del surgimiento de la sociedad moderna siguiendo la aparición de la economía política en Quesnay, Mandeville, Locke y Marx (Dumont, Homo aequalis). Pero no podremos dar cuenta del acontecimiento que supuso la configuración de la democracia moderna sin considerar de forma pormenorizada a un autor imprescindible: Alexis de Tocqueville. La Democracia en América (1835, 1840) y El Antiguo Régimen y la Revolución (1856) del aristócrata normando supusieron una aportación trascendental como vaticinio de la democracia emergente y balance de un mundo antiguo a punto de desaparecer. Situado entre dos mundos, la capacidad de observación de Tocqueville es absolutamente novedosa y muchas de sus predicciones resultan plenamente vigentes al desvelar un mundo nuevo, el nuestro, hasta entonces, acontecimiento desconocido. Tocqueville está abriendo una panorámica inédita para la teoría política cuando subraya que la democracia americana es nuestro futuro más que nuestros antepasados europeos sus predecesores: ha trazado una línea meridiana para distinguir la irrupción de la democracia sin lastre antiguo, como futuro político nuestro. Y, en el mismo ámbito de la ciencia política, Tocqueville fue capaz de presagios asombrosos: es el primero en anunciar una política internacional dominada por dos superpotencias -Rusia y Estados Unidos- (Carl Schmitt, Ex captivitate salus).

 La teoría de la democracia determina tres tipos de democracia para dar cuenta de los diferentes fines y medios dispuestos por la democracia moderna como forma de gobierno: democracia protectora, democracia desarrollista, y democracia competitiva de partidos. Los problemas sociales y políticos que rodean a los dos primeros modelos de democracia, entre finales del siglo XVII y la segunda mitad del siglo XIX, poseen rasgos nuevos: reconocimiento de la capacidad política futura de las clases trabajadoras y consiguiente temor de la burguesía y las clases altas a su materialización; prevención hacia la constante existencia de intereses obscuros, particulares, en la clase gobernante en detrimento de los intereses generales; preludio de la aparición de la sociedad de masas; arteriosclerosis de la participación social por falta de educación política; inexistencia de liderazgo político por el mayor estímulo y del interés económico,... Con el diagnóstico de algunos males endógenos de la democracia y las terapias políticas previstas por autores como Bentham, John Stuart Mill y Tocqueville hemos fundamentado nuestro modelo de democracia desarrolladora hasta la Primera Guerra Mundial (Macpherson, La democracia liberal y su época). El tránsito del modelo de democracia desarrolladora al modelo competitivo de partidos -bien representado por Schumpeter y Weber- supuso el reconocimiento de la ineludible división social del trabajo, también para la actividad política; la extrema complejidad de las decisiones técnicas colectivas; y, en algún sentido, la perversidad inevitable del mundo. Pero cuanto más insatisfechos nos deja una experiencia política entendida como estricta lucha por el voto, más acudimos al modelo representado por Tocqueville y Mill, en busca de un contenido normativo para la democracia cada vez más desagastado. Creo que esta inquietud intelectual -comprometida- está presente en el análisis de José María Sauca al centrarse en el problema del asociacionismo, como núcleo de la teoría política de Alexis de Tocqueville.

 Existe una línea de continuidad entre los análisis que denuncian el futuro adormecimiento de la acción colectiva, por la ineludible centralización administrativa y el mayor estímulo de la actividad económica que la vocación política -subrayados por Tocqueville- y el desencantamiento de la acción social por la irreversible burocratización del mundo moderno -manifestada por Weber. Tocqueville es el primero en anunciar nuestro futuro como sistema de "despotismo asiático" e "inmovilismo chino". Los análisis de Tocqueville enmendando la desmovilización del ámbito público mediante el postulado de la selección parlamentaria de élites democráticamente controladas, y de la participación horizontal en asociaciones son precedente inmediato de la conciencia de nuestros actuales problemas políticos. Volver, por tanto, de forma original, a la reconsideración de la "ciencia de la asociación" en Tocqueville -como comenzó haciendo Sauca en su tesis doctoral- no sólo cubre un hueco bibliográfico incomprensible en la bibliografía española de teoría política e historia de las ideas políticas, sino que permite la reconsideración histórica de muchos problemas actuales.

  En Francia, dentro del interés más reciente, desde que Furet publica "Tocqueville et le problème de la Rèvolution française" (Penser la Révolution françcaise,1978), se han sucedido las publicaciones biográficas (André Jardin, Alexis de Tocqueville, 1805-1859) y las monografías (Lamberti, Tocqueville et les deux démocraties; Manent, Tocqueville et la nature de la démocraties; Mélonio, Tocqueville et les Français, por sólo mencionar algunas recientes e importantes). En Estados Unidos, en torno a los archivos Tocqueville de Yale, existe una producción inmensa centrada en la revolución americana y el viaje de Tocqueville a Estados Unidos (Pierson, Tocqueville and Beaumont in America; Schleifer, The Making of Tocqueville´s "Democracy in America", por mencionar los más clásicos). La obra completa, con su inmenso epistolario, se encuenta en muy avanzado estado de edición, bajo la dirección de J.P. Mayer y François Furet. Y en los países del Este, languideciente Marx, Tocqueville cobra una inusitada energía teórica para favorecer un recambio ideológico facilitador de la transición política de estos antiguos países socialistas. Los clásicos de la teoría política reclaman una atención urgente más que curiosa o erudita: con acierdo, Sauca les denomina "creadores de nuevas máquinas para pensar" (p.44).

 Sin embargo, pese al merecido interés internacional de Tocqueville, en España sólo poseíamos el excelente ensayo del profesor Luis Díez del Corral, El pensamiento político de Tocqueville. Formación intelectual y ambiente histórico (1989), muy reconocido en Francis, fruto de la reelaboración de muchos trabajos previos preparatorios. Así como la documentadísima edición crítica de La Democracia en América (1989), preparada por Eduardo Nolla, publicada posteriormente en Francia (1990).

 Ahora La ciencia de la asociación de Tocqueville prosigue rigurosa y fielmente esta serie de trabajos tan necesarios. El profesor Eusebio Fernández afirma -acertadamente-, en el prólogo a la extensa obra, que el autor ha dado tanta importancia a la aportación política y social de Tocqueville como a su importante innovación metodológica que le conducirá a "una ciencia política nueva para un mundo enteramente nuevo", tal como el escritor normando quiso al comienzo de La democracia en América. El trabajo analiza las aportaciones substantivas de esta ciencia de la asociación a partir de la forma metodológica que los subyace. La perspectiva de arranque es la proyección de una reflexión metodológica sobre la teoría política. Labor en la que Sauce comienza por desvelar una metodología, la tocquevilliana, no explicitada en los escritos del clásico, a través de un aparato de concepto y una sistemática originales (Cuadros Primero, Segundo, pp. 269 y 283). El entronque de la metodología de Tocqueville con sus postulados teoricopolíticos consiste -aquí la tesis heurística del libro- en garantizar el derecho de asociación en las sociedades democráticas a través del análisis funcional de éste. Este tipo de análisis conllevaría la innovación de un "pluralismo metodológico de base empírica", "abierto y flexible", en lugar del racional -individualismo del liberalismo clásico (pp. 23, 51). Desde este punto de vista, Tocqueville aparece como un autor singular que logra escapar al mecanicismo imperante en el positivismo naciente, para afirmar la libertad -núcleo fundamental- como contenido normativo de una teoría sociológica del cambio social más que de una metodología historiográfica (p. 215). Montequieu y Weber son los pilares teóricos del historicismo sociológico entre los que se encuadra el pensamiento social de Tocqueville. Todo el trabajo de Sauca mantiene esta vinculación entre los postulados políticos materiales y la metodología formal (análisis descriptivo-explicativo) en la reflexión de Tocqueville sobre la asociación como terapia, más subrayada, a la despotenciación moderna del espacio público democrático.

 En la persecución de este objetivo, Sauca expone cuáles son los tipos de materiales accesibles de Tocqueville con los que cuenta la investigación (libros, cartas, artículos de prensa...) y las aproximaciones clásicas a la metodología de Tocqueville que le precedieron (Aron, Hadari), para adoptar, finalmente, la concepción de su filosofía política como cuestión de método (Goyard-Fabre). No existen, en el método Tocqueville, ideas generales sin la ponderación concreta, empírica, de hechos particulares (causas físicas, leyes y costumbres) a través de novedosos métodos (encuestas, entrevistas, cálculos estadísticos). A la observación empírica directa, sobre el terreno, le sucederá la elaboración de tipos o modelos explicativos de la realidad y su comparación. Sólo a partir de la observación del material empírico cabe construir el esqueleto tipológico abstracto (de la facticidad de la sociedad concreta a los modelos tipológicos de la sociedad aristocrática y de la sociedad democrática). Bajo estos presupuestos metodológicos encuentra su razón de ser el estudio de contenidos políticos como la centralización administrativa, la revolución y el igualitarismo democrático. Aunque Sauca insiste en esta base metodológica del pensamiento social de Tocqueville, está lejos de pensar que el objetivo de este clásico sea la mera descripción de la realidad. El autor destaca la moralización como meta de los escritos analizados. Esta "filosofía política reflexiva", practicada por Tocqueville, ha desconsiderado las razones universales y los sistemas absolutos, no para incurrir en un positivismo chato, sino para brindar un mejor ejemplo a los hombre, pues manifiesta que se cultiva mejor las virtudes de los otros mediante la pasión y el sentimiento de libertad que a través de preceptos generales.

  La mitad ulterior del libro está dedicada a la formulación de la asociación por Tocquevilla en un contexto revolucionario que le es adverso. La Revolución prosigue un modelo de centralización absoluta y pretende eliminar todo resto de los cuerpos intermedios prerrevolucionarios. Ni el pluralismo metodológico ni el pluralismo asociativo coinciden con el nuevo monismo revolucionario. Pero se configuran una serie de teorías de la asociación -Humboldt, Constant, Welcker, Stuart Mill...- que dotan a la teoría de las asociaciones de Tocqueville de un contexto ideológico. La reconstrucción realizada por Sauca de la teoría de la asociación de Tocqueville muesta el método empírico -observación realizada en viajes- como instrumento de indagación de los valores que deben articular la sociedad asociativamente (actividad social, libertad y búsqueda de la felicidad). El libro resalta los rasgos económicos, políticos y religiosos que sorprendieron a Tocqueville ante la dinámica y bulliciosa vida americana, hasta postular la descentralización administrativa, la participación electoral, la libertad de prensa, el jurado y la asociación como resortes de estructuración de una sociedad liberal. Existe aquí una confianza en las capacidades terapéuticas de la asociación -elusión del conflicto, aminoramiento de la posibilidad de agigantamiento del Estado, participación colectiva, moralización de la vida social- que, sin duda, están presentes en el pensamiento de Tocqueville, aunque creo, con tintes finalmente más pesimistas que en esta reconstrucción contemporánea del derecho de asociación. No dudo, en todo caso, que esta lectura constructira desarrollada en este muy buen libro sea mayor aportación que el reflejo de un supuesto talente auténtico de Tocqueville. Pero guardo alguna reserva hacia la suposición de "optimismo metodológico" -este entrecomillado es mío- en el escritor normando. No me queda otro remedio que concederle la razón a la astucia del conservador Schmitt cuando interpreta las conclusiones de La Democracia en América como propias de un cortés moralista, pintor de la vida moderna, que contiene su tristeza y desesperación ante un futuro inevitable de centralización y democratización de la humanidad, como tendencia general de la evolución común a todos los signos políticos (Carl Schmitt, "Historiographia in nuce: Alexis de Tocqueville", Ex captivitate salus).

 Creo que todo los clásicos -y Tocqueville es paradigmático de este condición- son "máquinas programadoras" de sentidos irreductibles a una sola interpretación correcta (Jacques Derrida, Otobiographies. L´enseignement de Nietzsche et la politique du nom propre). Si cabe un criterio de corrección de las lecturas creo que debe girar en torno a la capacidad de sugerencia y actualidad que suponga la visita a los clásicos y no a la reverencia beata a su sentido auténtico. La lectura de Sauca es óptima porque es sugerente y estimulante para comprender el grave problema que supone la falta de participación social hoy. Es un trabajo muy bien armado, bien escrito y muy documentado que concluye en los fundamentos sociales del derecho de asociación. Imprescindible ya en la bibliografía castellana y extranjera sobre Tocqueville. Me ha sugerido dos cuestiones que no son objeciones al libro sino preguntas de lector o preferencias personales. En primer lugar, una cuestión de sociología del conocimiento que conecta el método y la política. Creo que cabe indagar si la preocupación metodológica -empírica- de Tocqueville por la particularidad y la concreción más que por la universalidad y la abstracción es ocasionada por una visión conservadora: la de un metodólogo que observa severamente las leyes de comportamiento social como universales, los del vulgo revolucionario, que acabarán imponiéndose a la singularidad o excepcionalidad de comportamiento, hasta entonces, reservada a los aristócratas o a los nobles. A su rechazo de las leyes generales (de comportamiento) le subyace los privilegios (y las idiosincrasias culturales) de un científico aristócrata. En segundo lugar, una cuestión de filosofía política. Creo que Tocqueville sólo representa un talante moderno "malgré lui": es el aristócrata convertido a demócrata por la inevitabilidad del futuro democrático, sin pasión o voluntad alguna. No es un "demócrata de corazón". Las élites republicanas de Weimar eran "republicanos de cabeza" -en el mejor de los casos-, aristócratas, que no se comprometían sentimentalmente, de corazón, con la república. De forma paralela, más inmerso aún en la sociedad antiguomedieval, Tocqueville sólo es "demócrata de cabeza". Sin embargo, la lectura de Sauca, al poner el énfasis en la fundamentación científica de la asociación, inevitablemente, resalta los rasgos modernos del autor comentado y otorga un papel secundario a su concepción aristocrática del mundo y a su fortísima crítica de la democracia (bien es cierto que esta última se señala (pp. 593-599). En este mismo sentido, Tocqueville, creo, dio tanta importancia a la participación horizonal (asociativa) como al gobierno vertical: tenía claro que la representación política no era delegación de poder (véanse las cartas cruzadas con Mill) y que la crítica de la centralización administrativa era compatible con una muy deseada centralización gubernativa. Su descrédito de los partidos políticos americanos manifiesta su insatisfacción, de liberal conservador, hacia las élites democráticas y su desasosiego porque las virtudes nobles (del noble) estén languideciendo en la emergente sociedad de masas. Pero a pesar de estas consideraciones, Sauca tiene razón en considerar a Tocqueville el gran clásico revitalizador de la democracia -por la vía de las asociaciones y quizás "in extremis"-. Aquí las paradojas y la grandeza de los inagotables clásicos. Un aristócrata vino a anunciarnos que la opinión mayoritaria podía ser el Saturno que devorase, uno a uno, el pluralismo y la diversidad de sus propios hijos. Y permanece hasta hoy, como el maestro que nos previene, alarmado, de los límites de la democracia.

 ©Julián Sauquillo